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CULTURA Y MALESTAR EN LA SOCIEDAD ACTUAL. De la crisis generacional a la depresión.

(III) INDIVIDUALISMO. Una vida adolescente

Después de compartir en la segunda entrega mis reflexiones sobre la cultura de la violencia en el mundo actual, en esta tercera quiero centrarme en el segundo de los síntomas enumerados, que es el individualismo, para evidenciar el malestar difuso en que vive la sociedad occidental.

A los individuos que solo viven para sí –en-si-mismados decimos en español– les llamamos “narcisos” y, en los casos más extremos, están enfermos. Padecen falta de afecto de los demás. Incluso podemos asegurar que nunca recibieron verdadero amor. Tal vez fueron tratados como juguetes por padres consentidores que temían enfadar o llevar la contraria a su tesoro, evitándole toda experiencia frustrante. El individuo que no tuvo experiencias de satisfacción en sus primeras relaciones paterno-filiales no reconoce en el otro una fuente de bienestar -la madre que le dio la vida sin ir más lejos-En consecuencia, estas personas se privan de la oportunidad de hacer el bien a los demás, de darse a otros y crecer con los otros. Representan la forma más extrema de individualismo y aislamiento.

Las personas normales crecemos concentrando una buena parte de nuestras energías en nosotros mismos, es lo que conocemos como egoísmo o narcisismo, imprescindible para desarrollarnos como personas capaces de amar y recibir amor. Es la cantidad, además de la dirección que toma ese interés por uno mismo o por los demás, lo que convierte una tendencia sana en síntoma de malestar y de enfermedad.

El individualismo conlleva desatención de lo que sucede alrededor con excesiva concentración en lo de uno, es característico de las sociedades más desarrolladas y está muy presente en nuestra sociedad urbana

El individualismo conlleva desatención de lo que sucede alrededor con excesiva concentración en lo de uno, es característico de las sociedades más desarrolladas y está muy presente en nuestra sociedad urbana: vecinos nuestros que fallecen sin que nadie les eche en falta y son descubiertos días o semanas después; violencias silenciosas en el hogar vecino; conductas incívicas en entornos públicos, que no vemos, no escuchamos, no corregimos. Usura, codicia, corrupción, engaño y lucro excesivo, ¿no son otras tantas formas de conductas individualistas que nuestra cultura occidental produce, consume y exporta?

Individualismo que se refleja en actitudes que buscan la autocomplacencia y, en segundo plano, diferenciarse de los demás –una vestimenta, un vehículo, un modo de divertirse-. Actitudes y posturas esnobistas, exclusivistas, partidistas que importan sólo al propio sujeto, o a quienes pertenecen a su “tribu”, sin más canon que su propio sentir y hacer. Las crisis de identidad de sexual, los “géneros líquidos” tan de moda en nuestros días, ¿no será una forma más de expresión del narcisismo?, ¿no vemos en estos sujetos un exceso de auto concentración, de llamar la atención y de búsqueda de una identidad ideal como síntomas del desasosiego?

En el plano sociopolítico encontramos los nacionalismos y los populismos, que se originan por un narcisismo excluyente, refractario a cualquier intento de unir, sumar, enriquecer lo común

En el plano sociopolítico encontramos los nacionalismos y los populismos, que se originan por un narcisismo excluyente, refractario a cualquier intento de unir, sumar, enriquecer lo común, a considerar al otro como parte necesaria de uno mismo. Estos comportamientos colectivos, de la masa, donde el otro es objeto de rechazo, con el que no se puede tener empatía, compasión o colaboración son consecuencia de este fenómeno individualista.

Vemos en esta panoplia de características un cuadro muy acabado del comportamiento adolescente. “El populismo –dice Rafael Gumucio. EL MUNDO 29.07.21- es, como el nacionalismo, una forma adulta de vivir la infancia”. A mí me parece, en cambio, que es una forma adolescente de vivir la vida adulta”. Vivimos en una sociedad occidental adolescente buscando quiénes somos, gustándonos en el espejo de nuestro narcisismo, con serias dificultades para aceptar frustraciones y soportar incertidumbres.

Puede que encontremos otras formas de individualismo cuando destacamos lo propio de uno o particular, lo exclusivo que no deseamos compartir, así comoel postureo. La evasión de responsabilidades es una faceta muy llamativa de todo comportamiento individualista. Queda a la vista esta modalidad en la caída y el descrédito de formas de vida como el matrimonio, las uniones de hecho, los proyectos de familia o cualquier estilo de convivencia, con objetivos compartidos con otro a largo plazo, basados en el amor, la lealtad, la fidelidad y el sacrificio individual.

Hasta la ciencia y el saber se ven afectados por esta forma de pensar y de vivir. Se trata de renombrar lo conocido para destacar lo que es distinto, cuando tal vez no lo sea; de fijarse en el matiz diferente dándole la categoría de sustantivo. En este sentido puede ser anecdótico – ¿o no? –  que el DSM haya pasado de las 106 categorías de trastornos mentales en su edición de 1952 (DSM-I), a más de 300 en el DSM-5 (2013). ¿Sabemos más? ¿Estamos más trastornados? ¿Qué hay de nuevo y sustantivo para tanta diferenciación? ¿Será que cada especialidad mira hacia sí misma sin importarle las demás?

Gracias por tu atención.

Florencio Martín
tresmandarinas.es

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