Quien hace esta afirmación es Feggy Ostrosky, -neuropsicóloga, investigadora y una autoridad mundial en materia de las bases biológicas de la violencia- en su libro MENTES ASESINAS. LA VIOLENCIA EN TU CEREBRO.
Violencia y sus tipos
La violencia es el uso de la fuerza para conseguir un fin. Conlleva destrucción o el riesgo de la misma. Muchos investigadores han analizado esta conducta con la intención de saber si se trata de algo consustancial al ser humano o si es algo aprendido. Sea como sea, los seres humanos vivimos inmersos en violencia.
La OMS clasifica la violencia en tres categorías: autoinfligida, interpersonal y colectiva. Y, en función del daño causado, se suele hablar de violencia física, psicológica, sexual y económica.
Silenciosa y paradójica
Hoy quiero poner el foco en la violencia interpersonal que se produce en las relaciones de íntima convivencia –en el hogar entre una pareja-. Se trata de una violencia que califico de silenciosa, continuada, persistente y paradójica. Una violencia que puede incluir sus variantes física, psicológica, sexual y económica al mismo tiempo.
Es silenciosa porque en la mayoría de los casos no se expresa; como mucho se intuye a partir de síntomas sutiles, desdibujados y equívocos que sólo el experto capta. Su acción corrosiva viene de años, décadas tal vez. No cambia, no se modifica. Además, -de aquí lo paradójico- esperando encontrar en este ámbito colaboración, apoyo, afecto, respeto y felicidad, lo que hallamos es tensión, desconfianza, enfrentamiento y desprecio de una persona sobre otra, por encima de cualquier nivel tolerable para la dignidad humana, con el resultado de sufrimiento continuado, dominio y aniquilación.
Inexplicable y secreta
Esta violencia silenciosa y cotidiana resulta desconcertante y contraria al sentido común. Quien la padece no encuentra explicación inmediata a lo que sucede. Se da en situaciones y entre personas con las que nos relacionamos en nuestra vida habitual, entre las que no nos imaginamos que tales cosas sucedan. Incluso, la apariencia externa puede ser la contraria; es decir, las personas afectadas dan la sensación de llevar una vida sosegada, tranquila, de respeto y apoyo mutuo, de extremada compenetración, comprensión y cordialidad, lo que hace más inverosímil la existencia de una situación tan grave. Es, por tanto, una violencia secreta, pues los actores se esfuerzan en aparentar que no sucede nada o, acaso, lo normal.
Y sin embargo hubo amor…
Es también paradójica porque la relación se originó sobre la base del amor y de la confianza mutua; con el deseo de construir un espacio que les proporcionase bienestar y sosiego, de llevar a cabo un proyecto común que diera satisfacción a deseos y aspiraciones compartidas o complementarias, donde ambos se sintieran realizados. Son personas que deseaban crecer juntas y desarrollarse en planos de igualdad y libertad, con responsabilidad y con esfuerzo.
En numerosas ocasiones tales proyectos se iniciaron y se desarrollaron en buena medida, dando cumplida satisfacción a sus protagonistas. Años de colaboración, de éxitos compartidos, de apoyo mutuo, de confianza, de cordialidad, de respeto, de ilusiones renovadas. Años en los que la convivencia fue posible. Pero poco a poco, o de repente, todo fue cambiando.
Muchas parejas viven a diario este drama, continuamente, con silencios largos; una relación en la que no hay lugar para confidencias; en la que la desconfianza progresiva ha invadido, cada día más, espacios que en otro tiempo eran diáfanos y transparentes; en la que el desprecio prevalece sobre la consideración. Salir de este estado requiere mucho valor porque arranca por reconocer los daños sufridos, la falsedad mostrada, el miedo soportado y la culpa de haberlo alimentado.
Hay salida
Sin embargo salir, afrontar la situación y pedir ayuda es darse la oportunidad de ser capaz y volver a vivir; pues cuando la relación se sustenta en reproches continuos y persistentes, en la destrucción y en la ausencia de agradecimientos y empatía; cuando cada uno se distancia del otro, se aísla del otro, se aburre, se refugia en su mundo individual, en sus objetivos, sus aspiraciones y necesidades; cuando el otro no está, el otro es un estorbo y sobra, la persona tiene que gritar ´¡AUXILIO!´ y dejarse ayudar.
Por respeto a uno mismo, en estas circunstancias, el silencio no es posible.
Gracias por tu atención.
Florencio Martín
tresmandarinas.es